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Nutri-Score: incluso con un signo de calidad o de origen (DOP/DOP, IGP, Bio, Label Rouge…), ¡un producto graso, azucarado o salado sigue siendo un producto graso, azucarado o salado!

Serge Hercberg1,2, Chantal Julia1,2, Mathilde Touvier2, Pilar Galan2
1 Equipe de Recherche en Epidémiologie Nutritionnelle (EREN), CRESS U1153 Inserm/Inrae/Cnam/ Université Sorbonne Paris Nord / 2 GHU Paris Seine-Saint-Denis (AP-HP)

Desde que fue propuesto en 2014 por investigadores académicos especializados en nutrición y salud pública e independientes de la industria agroalimentaria, el logotipo de información nutricional Nutri-Score ha sido objeto de numerosos ataques por parte de los grupos de presión de la industria agroalimentaria para impedir su despliegue. Este logotipo de 5 colores (del verde oscuro/A al naranja oscuro/E) destinado a ayudar a los consumidores a juzgar, de un simple vistazo, la calidad nutricional de los alimentos en el momento de su compra para orientarlos hacia opciones alimentarias más favorables para la salud, ha suscitado reacciones violentas de los industriales reacios a proporcionar una transparencia real sobre la calidad nutricional de sus productos.

Durante 4 años, los grandes grupos de presión de la agroalimentaria han llevado a cabo todas las estrategias posibles para tratar de bloquear o, al menos retrasar, su implementación. Primero condenaron Nutri-Score basándose en  pseudo-argumentos declarándolo estigmatizador, reductor, simplista, falso, incompleto,… Luego intentaron proponer alternativas para competir con él. En el momento de las votaciones parlamentarias, han hecho que los políticos se impliquen a su favor. Han negado o puesto en duda durante muchos años los resultados de los estudios científicos que demuestran la eficacia del Nutri-Score y sobre todo su superioridad con respecto a otros formatos gráficos existentes. Los diferentes actores sociales (científicos, profesionales de la salud, asociaciones de consumidores y de pacientes,…) se movilizaron entonces para recordar el interés del logotipo Nutri-Score como herramienta de salud pública y exigir su aplicación.

Nutri-Score fue finalmente adoptado en Francia, por un decreto interministerial, en octubre de 2017, sobre una base voluntaria debido a la reglamentación europea. Hay que recordar que cuando fue propuesto en Francia por los científicos en 2014, ninguna empresa se pronunció a favor del Nutri-Score. Gracias a la presión social y a la acumulación de trabajos científicos, algunos grupos alimentarios, acabaron adoptando Nutri-Score: 0 empresas en 2014, 6 en octubre de 2017 momento de la firma del decreto, 30 en febrero de 2018 y actualmente más de 600 empresas se han comprometido a añadir Nutri-Score en sus envases (de las cuales más del 95% son pequeñas y medianas empresas), que representan el 50% de la oferta de alimentos en Francia. A pesar de esta evolución más bien favorable, y aunque una minoría de grandes multinacionales (entre ellas Nestlé) finalmente cedieron a la presión y adoptaron Nutri-Score, la mayoría de los grandes grupos agroalimentarios internacionales (Coca-Cola, Mars, Ferrero, Mondelez, Lactalis, Unilever, Kraft,…) y muchas marcas nacionales siguen negándolo y oponiéndose a él. Y a pesar que ha sido adoptado oficialmente en Bélgica, Alemania, Luxemburgo, España, Países Bajos y Suiza, estos opositores continúan siendo muy activos a nivel europeo para impedir su adopción como logotipo único y obligatorio en el marco de la estrategia Farm to Fork programada por la Comisión Europea en 2022.

Lo novedoso en los últimos meses es que, junto al lobbying industrial clásico, se han visto movilizarse en varios países (Italia, España y, más recientemente, Francia) nuevas acciones de lobbying contra Nutri-Score que asocian actores económicos y políticos que hasta ahora no se habían manifestado o se habían manifestado poco. Probablemente sea el temor de que pueda llegar a ser obligatorio a escala europea lo que hace que hoy se movilicen algunos sectores agrícolas preocupados en tener que mostrar la transparencia nutricional sobre sus productos y por los políticas que utilizan el patriotismo alimentario con fines electorales.

El lobbying anti Nutri-Score de algunos sectores agrícolas: la explotación de la imagen de los «alimentos tradicionales»

Como en el caso de los industriales de la agroalimentara que lo han combatido (y lo siguen combatiendo), la motivación de los sectores de producción agrícola que hoy se oponen a Nutri-Score, y de los organismos que los representan, es dictada por la defensa de sus intereses económicos específicos. En ningún momento expresan en su argumentación ninguna preocupación por la salud de los consumidores ni tampoco tienen en cuenta los trabajos científicos que han permitido el desarrollo de Nutri-Score y  la demostración de su eficacia en términos de salud pública. La movilización de estos sectores de producción, en particular los de embutidos y quesos, se debe únicamente a que consideran que Nutri-Score no clasifica bien, o no suficientemente bien, sus productos. Por esta razón atacan a Nutri-Score con el pretexto de que «penalizaría» injustamente sus productos. Aquí  encontramos de nuevo el mismo razonamiento que el de los industriales que refutan Nutri-Score por el hecho de que sus productos están mal clasificados…

Respecto a los embutidos y los quesos, es cierto que una gran parte se encuentra clasificada D y E. No se trata de una penalización intencionada dirigida a estos productos en particular: la clasificación se lleva cabo de forma transparente y objetiva basándose en los datos disponibles sobre la composición del producto. Nutri-Score solo traduce de forma sintética la información de la etiqueta nutricional obligatoria (que resulta bastante incomprensible para los no iniciados) que figura en estos productos, especialmente su alto contenido en ácidos grasos saturados y en sal y su alta densidad calórica. Sólo algunos quesos y embutidos menos grasos y menos salados se clasifican en la categoría C (o incluso en la categoría B para algunos jamones blancos con un contenido reducido de sal). Nutri-Score cumple así plenamente su función de información sobre la composición nutricional global de estos productos. Informa claramente a los consumidores sobre el hecho de que estos productos pueden formar parte de una dieta equilibrada (¡no hay ninguna prohibición, por supuesto!) pero a condición de ser consumidos en cantidad moderada y con una frecuencia limitada. Este es el significado de la clasificación en D o E por Nutri-Score. En este sentido, el Nutri-Score es totalmente coherente con las recomendaciones nutricionales relativas a los embutidos y quesos que llevan a aconsejar limitar su consumo.

En el caso del aceite de oliva, el sector de los productores, en particular en España y en Italia, se quejan de que esté clasificado como C. Tampoco en este caso se trata de una penalización. De hecho, esta clasificación corresponde a la mejor clase posible atribuida para una materia grasa añadida, en particular con relación a los demás aceites vegetales que están más bien clasificados en D o en E (sólo los aceites de colza y de nueces se clasifican también en C). Ningún aceite está clasificado A o B, debido a su composición ya que se trata de un producto compuesto al 100% de materia grasa. Por lo tanto, es evidente que esta clasificación es en realidad favorable al aceite de oliva, cuyo interés reconocen todos los científicos. Su posicionamiento en la escala Nutri-Score es perfectamente coherente con las recomendaciones de salud pública y el modelo de la alimentación mediterránea que invitan a los consumidores a privilegiar el aceite de oliva en sus opciones de compra de materias grasas añadidas, especialmente en los países en los que forma parte de la cultura culinaria, pero insistiendo en la importancia de evitar los excesos de grasas en general, sean cuales sean.

En España y en Italia, los sectores agrícolas que se han visto implementados por los políticos locales han adoptado el hábito, para desacreditar a Nutri-Score, de «tomar como rehén» la alimentación mediterránea acusando a Nutri-Score de oponerse a ella, con el pretexto de que clasifica en D o E los embutidos y quesos, que son presentados como pilares de la alimentación mediterránea. También se quejan de la clasificación del aceite de oliva (aunque posee la mejor clasificación posible para un aceite). Por supuesto, es totalmente falso afirmar que Nutri-Score se opone a la dieta mediterránea. ¡Al contrario! De hecho, la dieta mediterránea se caracteriza por un consumo abundante de frutas, verduras, legumbres, cereales (especialmente integrales), un consumo moderado de pescado, un consumo limitado de productos lácteos, un bajo consumo de carne roja, embutidos y de productos dulces, grasos y salados y favorece el aceite de oliva entre todas las grasas añadidas. Por consiguiente, la dieta mediterránea no favorece en ninguna circunstancia los quesos ni los embutidos. Esto es totalmente consistente con la clasificación dada por Nutri-Score, que clasifica más favorablemente los alimentos, o los platos, bajos en grasa, azúcar o sal, ricos en fibra, frutas y hortalizas, leguminosas y frutos secos de cáscara y clasifica el aceite de oliva en la mejor categoría posible para una grasa añadida.

La tentativa de contraponer Nutri-Score a un modelo alimentario tradicional (en este caso, un modelo apoyado por todos los nutricionistas, entre ellos los que han desarrollado Nutri-Score) corresponde a una estrategia de desinformación. Estos falsos argumentos han sido recuperados por personalidades políticas que los explotan para reforzar un argumento de ‘patriotismo alimentario’. En la mayoría de los casos utilizan la imagen del pequeño agricultor con una producción de difusión local, mientras que la producción artesanal está, de hecho, excluida por la normativa europea del etiquetado nutricional y, por tanto, del Nutri-Score. En cambio, no se menciona a los grandes grupos agroalimentarios en esos sectores concentrados en un cierto número de países.

Progresivamente, los grupos de presión agrícolas han ampliado su estrategia al sugerir que, de hecho, Nutri-Score penalizaría, en general, los denominados alimentos tradicionales y, por lo tanto, que no es aceptable para estos alimentos considerados como parte de un patrimonio culinario nacional o regional. Estos grupos de presión tratan de confundir el hecho de que los embutidos y los quesos forman parte del paisaje culinario y gastronómico de una región o de un país, ¡Como si esta característica les otorgase obligatoriamente una buena calidad nutricional!

Hacen valer la existencia de etiquetas de calidad (DOP/IGP, Bio, Label Rouge…) atribuidas a algunos de estos alimentos tradicionales. Estas etiquetas de calidad garantizan la procedencia de un producto alimenticio o el hecho de que ha sido transformado y elaborado en una zona geográfica determinada según una pericia reconocida o respetando un cumplimiento de condiciones  de fabricación específicas o que presente cualidades sensoriales y condiciones de producción superiores en relación con otros productos similares. En el caso de los productos etiquetados como Bio, esto garantiza que el producto procede de una agricultura ecológica basada en la prohibición de utilización de productos derivados de la química de síntesis (pesticidas, fertilizantes, herbicidas…), ninguna utilización de OGM, respeto del bienestar animal (transporte, condiciones de crianza, matanza…).

Todas estas etiquetas y denominaciones son muy respetables y ofrecen garantías para el reconocimiento de métodos de producción más virtuosos e informaciones útiles para los consumidores. El hecho de que un producto esté vinculado a productos locales o fabricado según una pericia específica o incluso que sea Bio son elementos de interés que merecen ser apoyados para la información de los consumidores.

Pero cuidado con las amalgamas. En ningún momento estas etiquetas, que hacen referencia a la «calidad de los productos», integran en su definición la noción de «calidad nutricional» (no es su papel). Por lo tanto, es erróneo dar a entender que este tipo de etiquetado confiere a estos productos alimenticios una calidad nutricional que no tienen. Incluso con una etiqueta DOP, una etiqueta roja, una IGP, o el hecho de ser Bio, los embutidos o los quesos ricos en ácidos grasos y en sal y calorías siguen siendo ricos en ácidos grasos y en sal y calorías. Las etiquetas de origen y los signos de calidad no «vacunan» al producto ni le confieren una buena calidad nutricional. Formar parte del patrimonio gastronómico no tiene nada que ver con poseer una calidad nutricional más favorable a la salud. Estos alimentos, como todos los demás, también deben sumarse a la transparencia nutricional y no pueden quedar exentos de la implementación del Nutri-Score que es un complemento de las etiquetas que reflejan otras calidades de los productos. Por lo tanto, esta solicitud de exención de los alimentos tradicionales transmitida por diferentes organizaciones y políticos no es aceptable. Al contrario, la visualización de Nutri-Score en estos productos está totalmente en línea con el concepto de «consumir menos pero mejor»… Con el mismo presupuesto dedicado a los quesos o embutidos, si hay que limitar su consumo como indica Nutri-Score (en términos de frecuencia y cantidad), las otras etiquetas permiten elegir entre estas categorías los productos cualitativos, locales y artesanales.

La instrumentalización política del Nutri-Score, el recurso al patriotismo alimentario

Además de los grupos de presión de la industria y de diversos sectores agrícolas, en algunos países también hay grupos de presión activos de políticos, partidos políticos y diversas estructuras políticas nacionales o regionales. De hecho, este lobby político presenta varias dimensiones. Encontramos el lobbying «clásico» llevado por los ministros de agricultura en muchos países que, por su proximidad a los agentes económicos, tienden a alinearse con sus posiciones. Lo vivimos en Francia durante los años de batalla que precedieron a la adopción oficial del Nutri-Score (aunque hoy el Ministerio de Agricultura es signatario del decreto oficial Nutri-Score en Francia). Lo vemos hoy sobre todo en Italia o en España, donde los discursos de los ministros de agricultura recogen las posiciones y los argumentos de los operadores económicos. En Italia, el ministro italiano de Agricultura, Stefano Patuanelli, cita los mismos elementos utilizados por Federalimentare, la asociación que representa a la industria agroalimentaria italiana (incluido el poderoso grupo Ferrero) y por las asociaciones agrícolas Coldiretti y Confagricoltura, miembros importantes de la COPA-COGECA, el lobby de los agricultores europeos. Sus elementos incluyen, la presentación de problemáticas económicas y comerciales, como los «supuestos» riesgos para las exportaciones italianas, los problemas de competencia dentro de la Unión Europea, la defensa de los productos tradicionales italianos (Prosciutto, Parmesano, Gorgonzola, salamis,…) que consideran injustamente atacados por Nutri-Score (aunque no están peor clasificados que sus homólogos fabricados en otros países) y, por supuesto, las informaciones falsas sobre la alimentación mediterránea mencionadas anteriormente. La defensa de los productos «Made in Italy» es también un argumento ampliamente utilizado por los partidos políticos populistas (como La Lega) y de extrema derecha (como los Fratelli de Italia) que han incluso organizado manifestaciones callejeras contra Nutri-Score en varias ciudades italianas… Estos partidos apelan al patriotismo culinario, al orgullo alimentario nacional, a la defensa de los valores tradicionales italianos y alimentan teorías conspirativas sobre el papel de Europa, el de Francia,… Obviamente, se basan en afirmaciones inexactas y ejemplos de aplicación de Nutri-Score truncados y falsos. En ningún momento, en sus argumentos, mencionan la salud de los consumidores y, en particular, los grandes retos de salud pública a los que se enfrenta Italia. Frente a estos argumentos, destacados científicos italianos se han movilizado para denunciar esta instrumentalización del Nutri-Score con fines políticos.

Este tipo de argumentación se encuentra también en el discurso de políticos españoles que denuncian de forma demagógica Nutri-Score (por las mismas razones electoralistas), tratando de aparecer como los defensores de los productos locales y de los intereses económicos de las regiones en las que son elegidos o son candidatos. La defensa del jamón Serrano, del queso Manchego o del aceite de oliva es también utilizada con evidente instrumentalización por algunos partidos políticos. Al igual que sus homólogos en Italia, el partido de extrema derecha Vox combate Nutri-Score como un elemento de su estrategia de halago al patriotismo alimentario y a los regionalismos culinarios. Intentan movilizar a la opinión pública en torno al hecho de que Nutri-Score atentaría contra la imagen de calidad del modelo agrícola y de la agroindustria alimentaria de las regiones productoras agrícolas. Estos argumentos falsos y demagógicos son actualmente recuperados también por los movimientos conservadores, en particular el Partido Popular.

En la misma línea, en Francia, donde el Nutri-Score es adoptado oficialmente en 2017, se ha visto recientemente a personalidades políticas posicionarse, en vísperas de las elecciones regionales, en defensa de productos de la región donde son candidatos y donde los sectores locales de producción consideran (erróneamente) que sus productos están mal clasificados por Nutri-Score… No dudan en interpelar al ministro de agricultura para proponer salir del Nutri-Score «sus» quesos locales (como se ha pedido para el Maroilles), o incluso eximir del Nutri-Score a todos los productos con denominación de origen, rechazando la transparencia sobre la composición nutricional de estos productos. Esto no es coherente desde el punto de vista de la salud pública y esta demanda sólo se justifica por la defensa de intereses financieros y políticos que quieren hacer creer como vinculados a las producciones locales.

En la estrategia de los grupos de interés, para bloquear o al menos retrasar una medida, es habitual intentar despistar proponiendo alternativas con el fin de evitar la medida que les molesta. En el ámbito del etiquetado nutricional, esta táctica se ha utilizado desde hace tiempo. En los primeros debates europeos de principios de la década de 2000, el temor a un endurecimiento de las normas del etiquetado y la amenaza de un etiquetado que les disturba y que se base en un perfil nutricional (motivo de gran preocupación para los agentes económicos) ha llevado a los industriales y distribuidores y a sus representantes (Food and Drink Europe) a contraatacar proponiendo, incluso antes de la apertura del examen del Reglamento sobre la información a los consumidores en 2008, un modelo de etiquetado voluntario. Esta estrategia ha llevado a los operadores económicos a proponer muy pronto un formato para el etiquetado sobre propiedades nutritivas con el fin de anticipar una reglamentación que podria conducir a un sistema que les molesta, dando la impresión a los consumidores y a las autoridades de que los industriales hacen ellos mismos el  esfuerzo de información. En 2005, el lobby industrial en Bruselas, Food and Drink Europe (entonces llamado CIIA), y un gran número de sus miembros adoptaron voluntariamente el sistema llamado GDA (Guideline Daily Amount que se convertirá en Reference Intakes en 2014) que proporciona información sobre el contenido de nutrientes de los alimentos mostrando la cantidad de calorías, azúcares, lípidos, ácidos grasos saturados y sal en cada porción de alimento y el porcentaje que representa esa cantidad en relación con las necesidades diarias de una persona adulta. Este complejo sistema no permite comparaciones directas entre productos. Además, utiliza la referencia a las porciones fijadas por los propios industriales. Este etiquetado es incomprensible y es rechazado por los consumidores y numerosos estudios científicos han demostrado también su inutilidad.

Asimismo, en marzo de 2017, seis grandes multinacionales agroalimentarias (Coca-Cola, Pepsi, Nestlé, Mars, Unilever, Mondelez) se asociaron (el «Big6») para proponer su propio modelo de logotipo nutricional, basado en las porciones, el «Evolved Nutrition Label» que indicaba las cantidades y los aportes diarios de energía, grasas, ácidos grasos saturados, azúcares y sal de una porción de producto, lo que, como cabía esperar, beneficiaba a sus productos. Bajo la presión de las asociaciones de consumidores y gracias a los trabajos científicos que demuestran la ineficacia del logotipo y sus efectos contraproducentes, el Big6 retiró su sistema en noviembre de 2018.

Más recientemente, el gobierno italiano ha propuesto su alternativa al Nutri-Score: el sistema de baterías Nutrinform. Este logotipo proporciona de manera monocromática una información por nutrientes, cuyo principio y representación gráfica son muy parecidos al logotipo GDA/RIs (aportes de referencia), establecido por los industriales algunos años antes. Esta filiación es asumida plenamente por el Gobierno italiano en su decreto notificado a nivel de la Comisión Europea. La única diferencia es que el porcentaje teórico de los aportes de referencia se presenta en forma de un dibujo de una pila sobre el modelo de las utilizadas en el marco de la carga de la batería de los teléfonos móviles (representación gráfica, por otra parte ambigua en sí misma).

Hay que destacar que  numerosos trabajos han demostrado la menor eficacia de este tipo de sistema. Todos los estudios independientes demuestran que estos logotipos son difíciles de comprender e interpretar por los consumidores y no permiten hacer comparaciones entre los alimentos. No tienen un impacto positivo en los comportamientos de compra de los consumidores. Pese a que las asociaciones de consumidores y las estructuras de salud pública rechazan este logotipo, en Italia está apoyado por los grupos de presión representando a la vez a los industriales de la agroalimentaria (Federalimentare) y los sectores agrícolas (Coldiretti y Confagricoltura) y por diversos políticos (entre ellos el Ministro de Agricultura). Diversos grupos de presión españoles, en particular políticos y organizaciones agrícolas, también apoyan este sistema, que además permite a los productos de denominación de origen no poner el logotipo…

En conclusión, a pesar de los datos científicos muy completos que demuestran su interés y su eficacia, así como la fuerte demanda de las asociaciones de consumidores y a pesar de que ya ha sido adoptado oficialmente por varios países europeos e implementado en los envases por una gran serie de industriales, los grupos de presión siguen movilizándose contra Nutri-Score. Pero junto a los industriales y, en particular grandes empresas multinacionales, que siguen siendo en su mayoría opositores, han aparecido nuevos grupos de presión, especialmente algunos sectores agrícolas que defienden también intereses comerciales y personalidades políticas que desean posicionarse como defensores de los intereses económicos locales ante un electorado sensible a la defensa de los valores regionales.

Las estrategias de los lobbies, sean los que sean, son siempre las mismas: arrojar la duda sobre Nutri-Score a través de falsas afirmaciones, mantener la confusión, negar los datos científicos que les molestan, proponer alternativas a su favor… La voluntad de todos los grupos de presión es bloquear el proceso decisional para la implantación de un etiquetado nutricional armonizado y obligatorio en toda Europa y, sobre todo, impedir que Nutri-Score se convierta en el modelo elegido. Frente a esta situación, 400 científicos europeos y 30 asociaciones, que representan a cientos de expertos, han decidido movilizarse para recordar que sólo los datos científicos deben guiar las decisiones políticas en el ámbito de la salud pública y que la elección de un logotipo nutricional eficaz para Europa sólo debe responder a esta exigencia, y no estar dictada por los intereses de determinados operadores económicos o de los Estados miembros que los defienden. Teniendo en cuenta que Nutri-Score es el único logotipo nutricional en Europa que ha sido objeto de numerosos estudios científicos (más de 45 publicados en revistas científicas internacionales con comité de lectura) que demuestran su eficacia, su pertinencia y utilidad para los consumidores y para la salud pública, así como su mejor eficacia en comparación con otros logotipos existentes o con los apoyados por grupos de presión, exigen la implementación de Nutri-Score en Europa. Una vez más es la lucha de la salud pública contra los intereses económicos…