Lograr establecer una medida de salud pública que perturba los intereses de poderosos actores económicos, ya sea en relación con el tabaco, el alcohol (en particular el vino) o la alimentación, no es tarea fácil, aun cuando esta medida haya mostrado científicamente su utilidad para la salud de la población. La historia del logotipo nutricional Nutri-Score es, en este sentido, emblemática.
Propuesto en 2014, basado en trabajos científicos, este logotipo traduce los datos incomprensibles del cuadro nutricional obligatorio que figura en la cara posterior de los envases en un logotipo sintético bien visible en la cara frontal y fácilmente comprensible por todos, que caracteriza 5 clases de calidad nutricional, del verde/A para la más favorable al naranja oscura/E para la menos favorable. Permite a los consumidores, en el momento de su acto de compra, comparar, de un solo vistazo, la calidad nutricional global de los alimentos.
Aunque Nutri-Score ha sido fuertemente apoyado por los científicos, las autoridades de salud pública y los consumidores, ha sido objeto durante casi 4 años de múltiples ataques de la Asociación Nacional de Industriales Agroalimentarios (ANIA), ataques difundidos por políticos (algunos ministros y parlamentarios) e instituciones cercanas a los industriales que han hecho todo (o casi todo) para intentar bloquear su implementación. Una verdadera saga que creíamos finalizada después de su adopción oficial en Francia en 2017 (sobre una base exclusivamente voluntaria debido a la reglamentación europea). Mientras que todos los industriales se opusieron a él cuando se propuso en 2014, gracias a la presión de los consumidores y al acúmulo de pruebas científicas, más de 800 marcas lo han adoptado ya en Francia, cubriendo alrededor del 60% del mercado alimentario.
Pero la votación en 2021 de la Estrategia «Farm to fork» promovida por la Comisión Europea, que prevé la instauración de un logotipo nutricional único y obligatorio para el conjunto de los países europeos de aquí a 2023, ha despertado a los grupos de presión que hasta ahora estaban satisfechos con el carácter voluntario del Nutri-Score. Los opositores a la Nutri-Score, con intereses a veces divergentes, se han unido para intentar de impedir que Nutri-Score sea seleccionado como el logotipo obligatorio para Europa y tratan al mismo tiempo de desnaturalizarlo allí donde ya ha sido adoptado de forma voluntaria. Reencontramos grandes grupos agroalimentarios como Coca-Cola, Ferrero, Mars, Mondelez, Kraft, Lactalis,… ; los sectores agrícolas, en particular los de los fabricantes de quesos y de embutidos afiliados a la poderosa organización sindical y profesional europea COPA-COGECA; y un país -Italia- transformado en un estado lobista, debido a la proximidad de su Gobierno con poderosos actores del mundo industrial (en particular Ferrero) y de ciertos sectores agrícolas (como los del Parmesano, Gorgonzola, Prosciutto…). En Francia, la Confederación General del Roquefort (como telón de fondoLactalis que comercializa el 70 % de las ventas de Roquefort) y otros sectores de producción de quesos y embutidos DOP/IGP se están mostrando particularmente activos también en el lobby antiNutri-Score y movilizan muchas fuerzas políticas (en particular representantes de las zonas de producción) para impulsar la exención del Nutri-Score de sus productos.
Esta solicitud no se basa en ningún fundamento científico ni de salud pública ya que, si bien estas etiquetas garantizan el origen de un producto alimenticio, su elaboración en una zona geográfica determinada según un saber hacer reconocido que respeta un requisito de especificaciones dadas – todo esto es muy respetable – no integran en su definición la noción de calidad nutricional. Incluso con una etiqueta DOP/IGP, los alimentos ricos en ácidos grasos, sal y calorías siguen siendo ricos en ácidos grasos, sal y calorías. Pero una puntuación D o E sobre un queso o un embutido no significa que no deben ser consumidos, sino que solo alerta al consumidor de que debe hacerlo en cantidad limitada y no con demasiada frecuencia, lo que es coherente con las recomendaciones nutricionales generales.
También, entre los (falsos) argumentos esgrimidos por los opositores a Nutri-Score mal informados o que no quieren escuchar la voz de los científicos, está el hecho de que no incluye en su cálculo el grado de ultra-transformación (y la presencia de los aditivos que se les asocia). De hecho, la ultra-transformación y la composición nutricional son dos dimensiones diferentes de los alimentos que tienen, cada una, la capacidad de impactar la salud de las personas a través de mecanismos diferentes. Si ningún comité de expertos nacional o internacional, ni la OMS han podido concebir un indicador sintético de este tipo, no cabe duda que no es por incompetencia. Los logotipos nutricionales informan sobre la composición nutricional de los alimentos (lo que ya es útil), lo cual no impide considerar aportar, además del Nutri-Score, una información específica para reconocer también si un alimento es ultraprocesado. Evidentemente, dar a entender que Nutri-Score favorece los productos ultraprocesados es totalmente de la desinformación. Del mismo modo, la imagen impactante «el queso está menos bien clasificado que los cereales de desayuno» es absurda. El consumidor no duda en comprar queso o cereales, y lo que necesita es poder comparar productos con el mismo uso: entre diferentes cereales de desayuno, o entre diferentes quesos.
Además, entre los argumentos esgrimidos para desacreditar Nutri-Score se encuentra a menudo el hecho de que se calcule por 100g mientras que, evidentemente, no se come 100g de quesos (DOP o no), 100g de rillettes ni 100g de mayonesa o 100g de Nutella… Esta elección es totalmente asumida y se explica por el hecho de que los datos sobre la composición nutricional de los alimentos que son accesibles para construir un logotipo nutricional (cualquiera que sea) son las que figuran en el cuadro nutricional obligatorio que figura en la parte posterior de los envases, definido por la normativa europea y presentado por 100g (o 100 ml). Si estos datos no se expresan por porción, es porque definir tamaños de porciones es imposible para los alimentos específicos ya que deberían adaptarse en función de las necesidades energéticas que difieren en función de la edad, el sexo, la actividad física… Como los tamaños de las porciones no están estandarizados, se dejan a la discreción de los fabricantes, con un riesgo de manipulación, quienes muy a menudo los fijan muy por debajo de las porciones realmente consumidas. La consideración de una cantidad estándar, 100g es la mejor opción, un denominador común que permite una comparación válida entre los alimentos sin inducir a error de estimación: comparar 100 ml de aceite de oliva con 100 ml de otro aceite; 100g de cereales desayuno a 100g de otros cereales; 100g de una pizza a 100g de otra pizza; 100 g de Comté a 100 de Roquefort o de Mozzarella…
El temor a la obligación de tener que adoptar Nutri-Score en todos los alimentos en Europa ha hecho emerger un nuevo discurso de los opositores. Retoman, como siempre, los elementos de lenguaje habituales de los grupos de presión que describen a Nutri-Score como simplista, reductor, culpabilizador, estigmatizador, higienista e incluso liberticida, y que además se opondría al patrimonio culinario y a las tradiciones y pondría en tela de juicio el equilibrio económico y social de los terroirs. Por supuesto que esto es totalmente falso. Pero sobre todo lo que es sorprendente es el hecho que este discurso niega totalmente la importancia de la ciencia que sustenta al Nutri-Score (especialmente los numerosos estudios que demuestran su interés) y el apoyo de cientos de científicos y asociaciones de expertos e instituciones internacionales. Peor todavía, vemos que los grupos de presión económicos y sus enlaces políticos, todos ellos sin competencia científica particular, no les molesta improvisarse nutricionistas y expresarse sobre puntos vinculados con la ciencia para criticar Nutri-Score. Van a posicionarse sobre cuestiones que, evidentemente, los científicos ya se las han planteado (sobre los alimentos ultraprocesados, los aditivos, las porciones, los elementos que deben integrarse en el cálculo de un logotipo,…) y han establecido sus decisiones, sobre bases científicas (¡Es su profesión!), para desarrollar y validar Nutri-Score.
Hoy asistimos a una nueva forma de lobbying en la que los actores económicos y políticos se sustituyen sin complejo a los expertos en salud pública y dan su opinión de lo que debería ser o no un logotipo nutricional cuestionando las decisiones de los científicos expertos en la materia! Y, evidentemente, solo los datos científicos reales de verdaderos expertos sin vínculos de interés financiero deberían guiar las decisiones políticas en el ámbito de la salud pública… Así que, ¿cuál será el peso de estos grupos de presión económicos y políticos en la decisión final de la UE con respecto a la obligación de aplicar Nutri-Score en Europa y, si no consiguen obtener el bloqueo de la decisión europea, obtendrán una exención de determinados productos? ¡Dentro de unos meses podremos saber si las autoridades políticas de Francia y de Europa elegirán la salud pública o los intereses económicos!
Pilar Galan1 (MD, PhD), Serge Hercberg1,2 (MD, PhD), Mélanie Deschasaux-Tanguy1 (PhD), Bernard Srour1 (PhD), Emmanuelle Kesse-Guyot1 (PhD), Mathilde Touvier1 (PhD)
1. Université Sorbonne Paris Nord. Equipe de Recherche en Epidémiologie Nutritionnelle U1153 (Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale/Institut National de la Recherche Agronomique/CNAM/Université Sorbonne Paris Nord), Bobigny, France.
2. Unité de Nutrition et Santé Publique, Dép. de Santé Publique, Hôpital Avicenne, Bobigny, France.